martes, 20 de octubre de 2009

A madre.



Muchas veces después de dormir y sin proponérmelo, cuando regreso a mis pensamientos cotidianos creo que todavía te encuentras allí, en la residencia… y me sigo acordando, y sigo con esa culpa, con esa pena, con eso que me entristece en lo más profundo.
...y hoy regresa un pensamiento simple.
Tu preocupación cuando dejaste la casa, tu casa que era prestada pero que al fin y al cabo era tu casa.
Estabas en la residencia y preguntabas.
-¿Dónde están mis cosas? ¿Las habéis recogido? La preocupación de aquellas pequeñas cosa que para ti tanto representaba, y yo (nosotros me atrevo a decir) con la pena por mi-nuestra valoración de tu preocupación.
Todo aquello que vas recogiendo en el camino y que uno le pone un valor, valor que solo uno o muy pocos valoran. Y al final si no es compartido se pierde.

Hubo un tiempo en que yo también tenía parecida preocupación.
Ahora... lo que deje (siempre que no sean problemas... para los mios) me es indiferente.

Me entristece más que un ser querido no participe (alguna vez) en el hacer cotidiano, de manera sencilla y voluntaria y que, después de horas, días, después de todo lo que me quede por vivir… cuando llegue la muerte, allí esté en la despedida, entonces, quisiera que las lágrimas, sus lágrimas no sean por que me he ido, sino por el poco tiempo que compartimos.