lunes, 16 de febrero de 2009

Desalojo de estudiantes y protestas en la inauguración del nuevo Campus de Comunicació de la Universitat Pompeu Fabra.

Por Manuel Mazón.
La tarde del pasado jueves 12 de febrero un nutrido grupo estudiantes de las asambleas UPF-Poblenou y UPF-Ciutadella organizó una serie de actividades de debate y formación sobre la mercantilización de la universidad en el marco de un encierro en el Campus de Comunicació, cuya inauguración estaba prevista para el día siguiente (viernes). Con esta acción se pretendía protestar por el modelo basado en la estrecha colaboración entre el mundo empresarial (Mediapro, Indra, etc.) y la UPF que ha guiado la construcción de esta nueva sede universitaria.
Cuando el rector de la UPF, Josep Joan Moreso, tuvo conocimiento de la intención de los estudiantes amenazó con ordenar el desalojo si a las 21:00h quedaba alguien en el campus. Tres cuartos de hora antes de que se cumpliese el plazo, los agentes de seguridad privada de la UPF comenzaron a cerrar las puertas del Campus impidiendo el paso a todo estudiante que se dispusiese a entrar. Aun así, gracias a la ayuda de los compañeros que había en el interior todo aquel o aquella que fue llegando acabó entrando. A las 22:00h los agentes de seguridad ya habían desistido y dejaron de obstaculizar el paso a través de la puerta principal. Ésto, que en un principio podía parecer una buena noticia, hacía presagiar que lo peor estaba por llegar.
Sobre las 22:30h de la noche, cuando alrededor de ochenta personas debatíamos pacíficamente en asamblea la estrategia a seguir el día siguiente, recibimos la noticia de que el rector Moreso había dado la orden de desalojo y que los Mossos d’Esquadra venían ya de camino. Tras momentos de incertidumbre y nerviosismo decidimos continuar con la asamblea para tratar de decidir qué haríamos cuando llegasen. Pero a los pocos minutos se personaron en la cafetería en la que estábamos reunidos una representante de la Conselleria d’Interior y un alto cargo de los Mossos d’Esquadra vestido de paisano. Después de advertirnos de las consecuencias legales que tendría el resistirnos al desalojo y ofrecernos la posibilidad de salir en ese mismo momento y evitar así las represalias, nos dieron media hora de plazo para que discutiésemos lo que haríamos.
Prácticamente todos decidimos quedarnos. Al fin y al cabo no estábamos haciendo nada pernicioso: simplemente éramos un grupo de alumnos que estábamos dialogando sobre la universidad en la universidad. El desalojo era, pues, una medida injusta ante la que no podíamos responder si no con una acción de desobediencia civil. Tras una breve discusión asamblearia acordamos ofrecer una resistencia pacífica al desalojo situándonos sentados en el suelo y agarrados los unos a los otros.
A las 23:30h unos treinta Mossos d’Escuadra con indumentaria anti-disturbio entraron en la cafetería y comenzaron a sacar a los estudiantes uno a uno utilizando la fuerza. No escatimaron ni presión psicológica ni en violencia física. Finalmente, antes de dejarnos salir a la calle, nos tomaron los datos para abrir una causa penal.
Fuera del recinto nos esperaban unas doscientas compañeras y compañeros venidos desde otros puntos de Barcelona para manifestar su solidaridad con la causa. Entre todas y todos acordamos volver al Campus a la mañana siguiente con la intención de preparar una acción durante la ceremonia de inauguración, a la que asistiría el rector Moreso, el alcalde de Barcelona, Jordi Hereu y el President de la Generalitat, José Montilla entre otros.
Desde bien temprano muchas y muchos estudiantes estuvieron diseñando y colgando pancartas en el patio central del Campus y dando a conocer el desalojo de la noche anterior al resto de compañeras y compañeros de la universidad. Sobre las 11:30h decidimos hacer una asamblea al lado de la tarima sobre la que estaba previsto que diesen los discursos las autoridades. Pero poco después de que comenzásemos a discutir qué tipo de acción debíamos llevar a cabo durante la ceremonia, entró la comitiva. En ese momento y de forma espontánea un grupo de estudiantes intentó impedir el paso de las autoridades, que se abrieron paso entre la gente gracias a los empujones de un grupo de Mossos d’Esquadra vestidos de paisano. Mientras, el patio central del Campus era un clamor pidiendo la dimisión de Moreso por haber autorizado la entrada de los Mossos a la universidad la noche anterior.
Ante esta tensa situación, el acto de inauguración se redujo a la firma del libro de honor en una sala subterránea de acceso restringido. Mientras, en la plaza, los estudiantes aprovechamos para leer el manifiesto elaborado por las asambleas de la UPF en el que denunciamos la actuación policial de la noche anterior y exigimos la dimisión del rector Moreso y de todo su equipo de dirección por haber autorizado el desalojo. Seguidamente trabajadores del cuerpo de Personal d’Administració i Serveis (PAS) se unieron a la protesta y leyeron un manifiesto en el que denunciaban su precaria situación laboral. Al final, las autoridades salieron del recinto por una puerta trasera.
El rector Moreso debe dimitir por lo acontecido la noche del jueves. No había motivos para ordenar el desalojo violento de los estudiantes que, de forma pacífica y sin disturbios, discutíamos en la universidad. Como decía un compañero, no se puede explicar que haya tanta hostilidad cuando los estudiantes ocupamos un espacio que es nuestro y que ante la ocupación de la universidad por parte de la empresa nadie de los de arriba mueva un dedo. La autorización de la entrada de los Mossos d’Esquadra en el Campus fue, por tanto, una muestra más de despotismo y desprecio al movimiento estudiantil por parte de un rector que, desde hace tiempo, viene demostrando su incapacidad para gestionar la universidad y tender puentes de diálogo con las y los estudiantes.
Por otro lado, la movilización del PAS da cuenta de los criterios mercantiles, más propios del mundo empresarial, que viene aplicando desde hace tiempo la universidad pública en la contratación de personal. Se trata de un ámbito más en que lo público y lo social pierde terreno frente a la mercadotecnia. La mercantilización de la universidad que denunciamos no es, pues, tan solo una amenaza futura, sino una realidad presente frente a la que debemos organizarnos mejor ampliando la sensibilización estudiantil, creando foros de diálogo en los que tengan cabida el profesorado y el PAS y acordando entre todos estrategias comunes.

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