jueves, 7 de febrero de 2008

En agosto de 1938 Franco, ordenó a Vallejo-Nájera psiquiatrizar a la resistencia antifascista, realizando experimentos con los presos republicanos recluídos en los campos de concentración. La orden la cursó el 23 de agosto en un telegrama entregado a la Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros, ubicada en Burgos. El remitente era Franco y el destinatario, el comandante Antonio Vallejo-Nájera, jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares. El texto decía así: En contestación a su escrito del 10 del actual proponiendo la creación de un Gabinete de Investigaciones Psicológicas cuya finalidad primordial será investigar las raíces psicofísicas del marxismo, manifiesto que de conformidad con su mencionada propuesta, autorizo la creación del mismo.
El Gabinete comenzó a funcionar. Vallejo-Nájera se convirtió en director de las Investigaciones Psicológicas de los Campos de Concentración y su investigación duró varios meses. Centenares de presos fueron analizados, tarea en la que colaboraron algunos agentes de la Gestapo alemana.
Los resultados de los análisis de Vallejo-Nájera fueron publicados en las revistas Semana Médica Española y Revista Española de Medicina y Cirugía de Guerra, bajo el título Biopsiquismo del fanatismo marxista. En sus artículos Vallejo-Nájera intentaba determinar las relaciones que pueden existir entre las cualidades biopsíquicas del sujeto y el fanatismo político-democrático-comunista.

Para ello estableció varias hipótesis.

La primera: La inferioridad mental de los partidarios de la igualdad social y política o desafectos. La segunda: La perversidad de los regímenes democráticos favorecedores del resentimiento que promociona a los fracasados sociales con políticas públicas, a diferencia de lo que sucede con los regímenes aristocráticos donde sólo triunfan socialmente los mejores.
Del análisis de los Brigadistas Internacionales, procedentes todos ellos de países americanos, dedujo sagazmente que los marxistas aspiran al comunismo y a la igualdad de clases a causa de su inferioridad, de la que seguramente tienen conciencia. Y por ello se consideran incapaces de prosperar mediante el trabajo y el esfuerzo personal. Si se quiere la igualdad de clases no es por el afán de superarse, sino de que desciendan a su nivel aquellos que poseen un puesto social destacado, sea adquirido o heredado. Tras interrogar y examinar a los internacionalistas realizó otro de los grandes descubrimientos de la ciencia fascista: Acaso sea la conclusión más aprovechable de nuestro trabajo, desde el punto de vista de la educación del pueblo, el elevado porcentaje de marxistas que deben sus creencias a la Prensa revolucionaria, coligiéndose la decisiva influencia de la prensa diaria y del cinematógrafo sobre las gentes de mediana o inferior inteligencia.
En 1936 publicó en Acción Española otras de sus perlas, de la que sólo reseñaremos el título, que ya es bastante: Psicopatología de la Conducta Antisocial. Pero el comandante-doctor no se conformó con breves artículos de revista sobre la guerra nacional revolucionaria, sino que profundizó mucho más en su investigación. En su libro La locura en la guerra. Psicopatología de la guerra española, publicado en Valladolid en 1939, Vallejo-Nájera decía lo siguiente: La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos. La comprobación de nuestras hipótesis tiene enorme trascendencia político social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación de estos sujetos desde la infancia, podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible.
Ese era el remedio contra el marxismo: la segregación desde la infancia, la cárcel y el aislamiento penitenciario. En la posguerra Vallejo-Nájera trató de dar cuerpo científico a buena parte de la política penitenciaria del franquismo y, de un modo particular, a las relaciones de las presas republicanas con sus hijos. Muchas de ellas vieron cómo sus bebés morían de inanición. A otras, les fueron arrancados de su cuidado y nunca más supieron de su paradero. Argentina y Chile encontraron en los campos de concentración franquistas sus fuentes de inspiración. El nuevo régimen, empeñado en distanciar a las madres detenidas de sus hijos, puso en marcha una prisión para Madres Lactantes en donde sólo se les permitían estar en contacto con sus bebés una hora al día.

1 comentario:

piti dijo...

para mear y no hechar gota,,,