jueves, 19 de abril de 2007

El niño yuntero.

Miguel Hernandez

Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello. .

Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado. .

Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecido. .

Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta. .

Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra. .

Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador .

Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio. .

A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido. .

Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura. .

Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente. .


Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina, .

Le veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y preguntar con los ojos
que por qué es carne de yugo. .

Me da su arado en el pecho
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta. .

¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena? .

Que salga del corazón
de los hombre jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.

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